
Cada vez más se hace habitual en un matrimonio o noviazgo sentirse estancado y continuar en la relación por mucho tiempo sin pasión, emoción o amor. Frases como «me siento un compañero de piso con mi pareja”, “simplemente estoy con mi pareja y nada más” o “nos hemos acostumbrado el uno al otro y ya no esperamos nada”; son las respuestas que damos para definir la situación sentimental que vivimos.
El hecho de considerar que el amor dentro de una relación sufre varias etapas, durante la maduración de la pareja, no justifica que sigamos atados a la idea de compartir con una persona y vivir con ella interactuando como amigos, conocidos o roommates.

Por uno u otro motivo, la relación llega a una fase de estancamiento en la que predomina el aburrimiento o incluso la frustración por no sentir interés en hacer cosas juntos. Se pierde el acercamiento íntimo, las caricias y manifestaciones de amor. Las conversaciones vacías y muy escuetas son el único complemento que sostiene la monotonía en el hogar.
Para dilatar la convivencia buscamos escudos que justifiquen la realidad que no queremos ver: es el estrés laboral, tengo falta de sueño, es la mala gestión de las discusiones, tengo temas tabú que no puedo abordar con mi pareja, somos incompatibles en el horario o existe una falta de ocio en nuestras vidas que nos permita tener amigos en común.

No se trata de buscar un final dramático en la relación amorosa, tampoco de que la pasividad y la apatía llenen el ambiente enrarecido del hogar debido a las carencias en la esencia de ese amor.
¡Se trata de caminar juntos en la búsqueda de la felicidad para los dos!